La obra de Maruja Mallo fue esencialmente surrealista. Su estilo fue único y diferente al establecido, a parte de romper las reglas tradicionales y adelantarse a lo que estaba asignado para la mujer en aquella época, con un arte sin reconocer para ellas.
Como es típico en muchas obras surrealistas, dejó a parte toda lógica o razonamiento, centrándose exclusivamente en los sentimientos y emociones. Sus cuadros tienen una naturaleza extraña, al intentar expresar lo que hay detrás de la vida cotidiana o lo normal.
Los colores que escogía representaban claramente su personalidad, coloridos como ella, alegre y dispuesta, marcando un estilo que se llevaría luego a otros autores surrealistas también. Era muy dada a mantener la simetría de sus obras y darlas geometría.
Como muchos otros autores, su estilo cambió después del dolor de la guerra, y aún más por tratarse de un arte que expresaba sobre todo emociones. Tras la guerra, durante el exilio, su estilo volvió a cambiar, tornándose en más lúgubre, sombrío y asimétrico, con colores grises y oscuros.

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